martes, 31 de marzo de 2020

Renacer de un médico

Mi jubilación como médico hace ya más de cuatro años, estuvo presidida por un frase: "Ejercer la medicina es como el amor, a veces sufres pero jamás quieres dejarlo...". Sin duda la sentencia encierra la nostalgia, el agradecimiento y el amor a una profesión que tanto me ha dado pero, también se adivina un halo de  temor a "no volver a pisar..." como dice el poeta. 

Visita domiciliaria en Brihuega

Desde el mismo día que deje de ejercer "oficialmente la medicina" he tenido una sensación de pérdida que solo he podido paliar con mi voluntariado en lejanas tierras. Hablo de una pérdida que el Estado, no se puede permitir. Pasar "del todo al nada" en un solo día. Dejar escapar de cada jubilado los conocimientos acumulados en una larga carrera y el bagaje de cuarenta años de ejercicio y estudio no se lo puede permitir una sociedad avanzada.
En estos años he propuesto en varios foros la idea de que en España tuviéramos  un registro de profesionales ya jubilados dispuestos a colaborar voluntariamente en caso de emergencia o de necesidad justificada y poder ponernos a disposición del Servicio Público de una manera ágil. Lamentablemente esta propuesta nunca obtuvo respuesta.

Ha tenido que ser un "pequeño bichito" venido de Oriente el que nos muestra la realidad y de forma improvisada: las redes sociales piden voluntarios para diferentes Comunidades, el Consejo General de Colegios de Médicos amplía los seguros de responsabilidad civil y da instrucciones a los Colegios Provinciales para llamar a médicos jubilados,  los Gobiernos Regionales tienen que preparar y publicar, con urgencia, un Decreto para regular el trabajo del personal voluntario etc, etc. Como casi siempre, a toda prisa.

Ha sido también la emergencia por el Coronavirus la que me ha permitido "volver a pisar el camino". Emotivo haber sido recibido tan cariñosamente por mis compañeros y poder atender a nuevos pacientes reincorporado de nuevo al Servicio Público.


Pasando de nuevo consulta 

Protegiendo y protegido con guantes, un peto impermeable hecho de sabanilla de camilla, una mascarilla de uso agrícola  y un gorro hecho de un cuadrante, he vuelto a pasar consulta. La improvisación llega a todos los ámbitos pero no es el momento de las quejas ni de las críticas, es el momento de preguntarnos qué podemos hacer cada uno por nuestro semejante y por nuestra Patria.
Es el momento de ganar la batalla y aprender la lección y cuando por fin podamos abrazarnos físicamente, trabajar para que nunca mas nos pille desprevenidos: organizarnos socialmente para  reaccionar a tiempo, articular almacenamiento de materiales de emergencia que revisados y testados periódicamente estén en disposición de uso con un organigrama de logística que modere los gastos y el consumo de forma eficaz. 

Finalmente unos consejos: ¡Quédate en casa! ¡Lávate las manos! y de momento, guarda tus abrazos para cuando esto acabe.